La coreógrafa catalana lleva al Teatro Nuevo Apolo de Madrid su particular homenaje a la legendaria figura del baile flamenco en el centenario de su nacimiento.
Desde el duelo y la tristeza hasta el grito y la vitalidad extrema, este espectáculo de Rovira quiere recordar a esta mujer inclasificable, auténtica y profunda, gitana catalana y universal, de cuerpo pequeño, rostro trágico y una intensa mirada en negro. Es, en la danza de Rovira, una Carmen Amaya evocadora de sus esencias y de su fuerza, pero a la vez quiere ser metáfora de su vital despliegue de libertad creativa y vivencial. En el decir de la propia Rovira “una propuesta donde la música y el flamenco se encuentran con el lenguaje más contemporáneo de la danza; es un recorrido sensorial, impulsivo y onírico, más que cronológico, donde se siguen las huellas de la playa del Somorrostro, se cruza el océano, se abrazan otras culturas y, finalmente, nos devuelve al mar que la vio nacer”. Es verdad que Carmen Amaya siempre bailó con una fuerza y una personalidad únicas, hasta el último instante, y que dejó innumerables aunque fragmentarios testimonios filmados de su baile.
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